“Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”. Estas son palabras del caricaturista Joaquín Lavado Tejón -conocido mundialmente como Quino- dibujante y escritor argentino, creador del personaje Mafalda.
¿Por qué habría que dejar a los jóvenes inventar su propia juventud?
Una de las posibles razones es que los adultos queremos dictarle, indicarle, sugerirle e imponer erróneamente nuestra voluntad sobre ellos. Y la excusa es siempre la misma, queremos que no cometan los errores de nuestro pasado. Es decir, evitarles: angustias, confusiones, tristezas y peligros que la vida acarrea en su largo camino. ¿No es la vida esa mezcla de dolor y alegría?
“Vivir no es otra cosa que arder en preguntas” (escribía Antonin Artaud)
Por lo tanto, dejen que la vida fluya, con sus alegrías y tristezas. El gran filósofo griego Heráclito de Éfeso ya nos señalaba hace más de 2500 años atrás la forma inteligente de enfrentar la vida. La vida es un cambio incesante, representado por las luchas de los contrarios, vida y muerte unidas dialécticamente.
¿Cuál será hoy en día la actitud correcta que se debe ejercer sobre un joven? ¿Será enseñarles las herramientas para poder enfrentar a los molinos que tendrá que derribar durante su larga vida quijotesca o ser Sancho Panza que acompaña eternamente al loco soñador como sirviente?
Hoy, con dos décadas ligadas al mundo de la enseñanza, como maestra; con el tono de antes, el tono de respeto, admiración e importancia que el papel de una docente funge en la construcción de un sistema educativo crítico. He visto reiteradamente que muchos jóvenes complican su futuro al tener que tomar decisiones que representan la votación democrática de la familia y no el verdadero sentir de su interior.
Queremos torpemente hacer que se salten los procesos y etapas complejas que la misma vida nos presenta. No es la vida en si compleja en sí misma. La educación debería dar herramientas para enfrentar de mejor manera dichos baches en el camino. No ser un control remoto para la toma de decisiones de los jóvenes.
El cuento de Franz Kafka llamado “Ante la Ley” narra metafóricamente la decisión que tiene cada ser humano (y en especial un joven) de asumir en su vida riegos que lo lleven a cruzar ciertas puertas. Algunos tendrán el valor de hacerlo, otros simplemente abandonarán dicha empresa y finalmente -y posiblemente la mayoría de personas- no podrán cruzar dicha puerta por el temor de no saber lo que encontrarán más allá. En el cuento, el protagonista prefiere esperar (el temor lo embarga), así ve pasar su vida frente a la puerta, finalmente la muerte se lo lleva y dicha puerta sigue abierta para el próximo visitante.
Con este cuento de Kafka escrito en 1915, podemos hacer una analogía de cómo entender el papel que deberían tener los adultos a la hora de apoyar a los jóvenes a cruzar las puertas que se le presenten durante su vida. Nadie puede cruzar la puerta de la mano de otra persona. Cada ser humano posee su propia puerta y es él el que debe realizar el trabajo de cruzarlas.